Por Daniel López Velarde
¿Cuántas veces nos ha llegado el recibo de luz demasiado alto y pensamos: “definitivamente debo ahorrar energía, ¡esto está muy caro!”? Acto seguido, buscamos disminuir nuestro consumo, vamos corriendo por todo nuestro hogar apagando las luces desesperada y locamente mientras desenchufamos todos los aparatos de la casa. ¿Pero qué pasa en las oficinas? ¿También nos preocupa la cantidad de equipos de cómputo, fotocopiadores y cafeteras que están prendidas todo el tiempo? ¿O cómo nosotros no pagamos esa cantidad de energía consumida, no nos preocupa?
Recordemos que sin importar donde se consuma, la generación de luz en México se realiza en su mayoría por la quema de combustibles fósiles, los cuales emiten una gran cantidad de gases de efecto invernadero. Es por ello, que es necesario moderar nuestro consumo de electricidad, o lo que llamamos ser más eficientes. Pero, ¿cómo definimos en México la eficiencia energética?
De acuerdo a la Ley para el Aprovechamiento Sustentable de la Energía, se entiende por eficiencia energética a todas las acciones que conlleven a una reducción económicamente viable de la cantidad de energía necesaria para satisfacer las necesidades energéticas de los servicios y bienes que requiere la sociedad, asegurando una disminución de los impactos ambientales negativos derivados de la generación, distribución y consumo de energía.
Ser eficientes energéticamente en nuestros lugares de trabajo, implica en buena medida la adopción de hábitos de consumo energético; simple y sencillamente hay que reflexionar la cantidad de veces que dejamos nuestra computadora conectada a la toma de corriente y en modo “stand by” o el tiempo que la cafetera está encendida y que nadie la utiliza.
Para lograr esta eficiencia, con la reforma energética que se realizó en México hace algunos años, se creó la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía, el cual es un órgano administrativo desconcentrado de la Secretaría de Energía, y que tiene por objeto promover la eficiencia energética en el país.
Esta comisión estructuró una Guía para Elaborar un Diagnóstico Energético en Inmuebles, la cual nos permite realizar un diagnóstico energético que nos sirve como instrumento para conocer el consumo energético de alguna instalación. Para ello, se requiere realizar una inspección minuciosa de las instalaciones, y un análisis energético detallado de los consumos y la forma en que se usa la energía, para poder determinar el grado de eficiencia en la utilización de la electricidad.
Como resultado del diagnóstico energético, se pueden implementar medidas que permitan alcanzar ahorros significativos en el corto, mediano y largo plazo; sin embargo, realizar este diagnóstico es un proceso elaborado que toma su tiempo y es necesaria la participación de los propietarios del inmueble o de personal de planta física, por lo que realizarlo en nuestros hogares y trabajos, no es un proceso tan viable.
Por esta razón, decidí investigar los “tips” más recomendados que se pueden implementar desde este momento en las oficinas, para todas aquellas personas que decidan ser más proactivas y se comprometan con el ahorro de energía en sus lugares de trabajo.
El portal del Plan Verde de la Secretaría de Medio Ambiente del Distrito Federal, preocupado por el cambio climático, nos proporciona una serie de consejos para ahorrar energía en las oficinas. Algunas de estas recomendaciones son:
– Apagar la iluminación cuando no se necesite.
– Mantener abiertas cortinas y persianas durante el día, de esta manera se aprovecha la luz natural para iluminar los espacios de trabajo.
– Adquirir equipos de cómputo que tengan la función: modo ahorro de energía.
– En los monitores de las computadoras, configurar el salvapantallas en modo «Black Screen» o pantalla en negro, esto contribuye al ahorro energético frente a cualquier otro salvapantallas con animación.
– Apagar las impresoras y fotocopiadoras cuando no se estén siendo utilizadas.
– No utilizar en las cafeteras agua extraída de los enfriadores de agua, ya que se hace un doble gasto de energía, al enfriar y al volver a calentar.
– Reemplazar las lámparas incandescentes por lámparas ahorradoras.
– Utilizar el elevador solo cuando tengas que subir o bajar más de 3 pisos. Es más saludable hacer ejercicio.
Recordemos que la excusa de “yo no pago la luz” no es un buen pretexto para dejar de ahorrar electricidad; no se trata de ahorrarles dinero a nuestras empresas, instituciones o jefes apagando las luces, se trata de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y tratar de mitigar el calentamiento global, olvidémonos de quien paga la luz en la oficina y hagamos conciencia de que estas pequeñas acciones son por la sustentabilidad de nuestro planeta.