En la entrada anterior, presentábamos un pequeño resumen sobre la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable que se llevo a cabo la semana pasada y las diferentes posturas que existían con respecto a dicho evento. En esta ocasión, ahondaremos un poco más sobre uno de los ejes temáticos que tuvo esta conferencia: La economía verde.
El nombre completo que se le dio a este tema en Río +20 fue la Economía Verde en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza; esto se debe a la necesidad que tienen los países en desarrollo de erradicar la pobreza, y de la estrecha relación que tienen los recursos naturales con la capacidad de las sociedades para mejorar el bienestar de las personas y promover el desarrollo.
Del mismo modo, la Oficina Regional para América Latina y el Caribe del PNUMA, previo a la cumbre celebrada en Brasil, declaró en uno de los documentos generados en su XVIII Reunión del Foro de Ministros de Medio Ambiente de este mismo año, que dentro de este eje se encuentra la importancia de acabar con la pobreza atendiendo las necesidades de los más vulnerables, al mismo tiempo que se modifican los patrones de consumo y producción de tal modo que se garantice una mejora en los ecosistemas y los beneficios sociales en el corto, mediano y largo plazo.
En otras palabras, la Economía Verde difiere de la actual, en el sentido que se plantea como un entorno económico que reduce sus emisiones de carbono, es eficiente en el manejo de los recursos naturales, invierte en tecnología para el desarrollo de energías renovables y tecnología agrícola que permita el abastecimiento de alimentos a la población de manera sustentable, al mismo tiempo que se promueven diferentes patrones de consumo y producción con los países desarrollados.
Cabe aclarar que la Economía Verde también está considerada por la Organización Internacional del Trabajo (OTI), como elemento clave para la creación de un mayor número de empleos decentes y relacionados con productos y servicios medioambientalistas. Esto de acuerdo a su informe “Trabajando hacia un desarrollo sostenible” publicado recientemente, donde aseguran que de aprobarse políticas adecuadas en los países emergentes, representaran beneficios para la sociedad en estas naciones.
Sin embargo, pese a todos los privilegios mencionados con anterioridad, como lo comentábamos en la entrada pasada, durante Rio +20 existieron posturas diferentes por parte de varios países, ONG´s y grupos indígenas. Algunos miembros activos de la sociedad civil, argumentan que la Economía Verde, no es otra cosa sino la “mercantilización de la naturaleza”, es decir ponerle un precio a la naturaleza, la cual no es más que un derecho que tenemos todos los seres vivos.
De igual manera, el presidente de Ecuador, Rafael Correa declaró en entrevista que “Los más poderosos son los que están depredando el planeta, consumiendo bienes ambientales, gratuitamente. Porque los que producimos los bienes ambientales somos los países en vías de desarrollo… El problema no es técnico, es político. Mientras exista la relación de poder que existe en el planeta, va a ser muy difícil llegar a estos compromisos por parte de los grandes contaminadores”
Como podemos observar, la Economía Verde puede ser vista desde posturas diferentes, lo cierto es que las Naciones Unidas la definen como el camino viable para que la economía mundial y los países emergentes y en vías de desarrollo continúen creciendo de manera sostenible. Para lograr cualquier acuerdo, siempre es necesario que todos los stakeholders analicen la situación y tengan voz y voto para tomar las decisiones adecuadas y llegar a los acuerdos que el mundo requiere actualmente para proteger nuestros recursos naturales.